A comienzos de este año, y para hacer juego con los propósitos de año nuevo y los aires de borrón y cuenta nueva con los que amanece enero cada año, recibí una de esas noticias que pueden cambiar el rumbo de la vida entera y marcar el comienzo de una nueva etapa. Cuatro meses después me di cuenta que no era para tanto, aunque la noticia se mantiene y es de las mejores noticias que he recibido.
Por esos días, pensaba en aquellos momentos, noticias o situaciones que cambiaron el rumbo que llevaban mi vida y marcan el comienzo de una nueva etapa, y encontré que la primera de ellas (o al menos la primera completamente mía, y no de mis padres) fue hace 20 años: Haber entrado a estudiar a la Universidad Nacional. Fue un cambio tan drástico, y tan feliz, que hasta cambio de nombre tuvo, un completo Carpe Diem que me duró por lo menos 15 años, aunque podría sospechar que continúa aún.
Por esos días, pensaba en aquellos momentos, noticias o situaciones que cambiaron el rumbo que llevaban mi vida y marcan el comienzo de una nueva etapa, y encontré que la primera de ellas (o al menos la primera completamente mía, y no de mis padres) fue hace 20 años: Haber entrado a estudiar a la Universidad Nacional. Fue un cambio tan drástico, y tan feliz, que hasta cambio de nombre tuvo, un completo Carpe Diem que me duró por lo menos 15 años, aunque podría sospechar que continúa aún.
Claro, hubo muchos hechos asociados a este principal, y cada uno tuvo su pequeña trascendencia y ayudaron a encarrilar el rumbo. Hoy, 20 años después, he querido listarlos para recordarlos (Re - Cordis: Volverlos a pasar por el corazón)
1993 fue un año deslumbrante. Tenía 16 años, ya llevaba un año trabajando de mensajero en un almacén, estaba aprendiendo muy a las malas (y a punta de errores) a trabajar, ser empleado, ser responsable de mis finanzas personales (tras unos robos, tumbadas y endeudadas tontas sufridas) y conocía algo (no mucho) del mundo real. Ya había sido admitido a la Universidad, pero tuve que aplazar el ingreso para trabajar seis meses más en pro de enfrentar un año difícil en la casa.
Con el cambio de semestre, todo mejoró, y pasé de ser un frustrado mensajero que todo los días, rumbo al trabajo, pasaba frente a la universidad y la miraba con la ilusión pesimista de querer estudiar allí pero tener que seguir en el bus 10 minutos más rumbo al almacén, a ser un exultante alumno que quería comerse viva la vida universitaria. Los pequeños logros que resalto de ese 1993 son:
1. Liberarme un poco, gracias a mi trabajo, del "mientras viva en esta casa hará lo que yo diga" tan habitual en los padres de décadas pasadas. Un derroche de libertad y hedonismo que se me iba en jugar maquinitas, llegar dos horas tarde a la casa y mecatiar cositas con mi dinero. Ese era mi manera de entregarme al libertinaje total.
2. Renuncié a mi trabajo, con la total convicción de no querer estar allí y de que el sueldito no iba a ser lo que me iba a atar. Fue una de las decisiones más felices de mi vida hasta entonces.
3. Viajé a Manizales por mi cuenta: No solo fue el logro de pagarme todo, sino de ser autónomo en las decisiones que tomaría allí, dónde estaría, a quién visitaría. Antes de esa fecha, mis viajes eran al lado de mi madre, y ella decidía todo. Pero entonces, era un cuasi adulto que de día exploraba el mundo para enfrentarse a su destino sin la ayuda de nadie y por la noche comía en casa de la abuela.
4. La primera travesía hecha por el puro gusto de hacer una travesía. No fue la gran cosa (Caminar de Chinchiná a Palestina, recorrer el pueblo y regresar a Chinchiná), pero con 17 años fue lo más aventurero y extremo que había hecho jamás
5. El primer grupo de amigos con el que me identifiqué y me sentí parte. En el colegio había tenido amigos, pero ser un grupo lo conocí en la universidad
6. Dejar de ser tímido simplemente tomando la decisión de dejar de serlo. Clic!!
7. Conocí el tenis de mesa, el contrapeso preciso que canalizó mucha de mi energía por derrochar, y que aún hoy disfruto.
8. Conocí y me hice amigo de Catherine, que 20 años después sigue siendo mi mejor amiga
9. Conocí y me hice amigo de Oswaldo, que 20 años después sigue siendo uno de mis mejores amigos
10 Tuve mi primer amante, Diana, con todo lo bueno y lo raro que tuvo.
11. Leí "El Caminante", de Hermann Hesse. El primer libro que sentí que me cambió tras su lectura, y que verbalizaba muchas de las inquietudes y dudas que yo tenía. Especial interés me causó la historia de la mujer del restaurante, y su "Separar al amor del objeto" que tanto desconsuelo me ha hecho regar por ahí
12 Finamente: El ingreso a la universidad, con todo lo bueno que trajo: La vida universitaria, las discusiones por hacerse un espacio en el mundo adulto, la construcción de la propia identidad, las decisiones alocadas, la risa por todos lados, un universo completo de oferta cultural, deportiva, académica y hasta política, con docenas de espacios que permitían bien chapalear en el fango de la decadencia o bien ennoblecer el espíritu y cultivar la mente, con todo lo intermedio que el espectro permite.
Todo esto ocurrió en el segundo semestre de 1993, una de las temporadas más intensas que he vivido, la que marcó más diferencia entre su "antes" y su "después", y la que comenzó a delimitar el rumbo que tan gratamente e ingratamente ha seguido mi vida, y que parece solo un soplo. Por eso es hora de cantar:
♫ ♫ Sentir, que es un soplo la vida
que veinte años no es nada... ♫ ♫
♫ ♫ Sentir, que es un soplo la vida
que veinte años no es nada... ♫ ♫
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