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lunes, 25 de marzo de 2013

"Venga, pase al frente y explique usted"

Esta semana, como parte de mi trabajo, tuve que entrar a algunas clases para observar el trabajo de los profesores.  Cuando estaba visitando el salón de primero primaria, veía a los niños y su diverso comportamiento y traté recordar cómo era yo a esa edad y en ese contexto, entonces me acordé de la anécdota que voy a comentar hoy.  De paso, como ya se acerca el cumpleaños de mi hermano Julián, aprovecho para vincularlo a la historia en el rol protagónico que siempre ha tenido.  Aquí va:

Corría el año 1982 y yo era el niño de la fotografía, en primero primaria, con los ojos bien abiertos, con ganas de aprender de todo.  Al final del año, mi boletín de calificaciones estaba orgullosa y arrogantemente lleno de 5.0, y mi hermano había obtenido un rojito 2.5 en matemáticas.  Cuando quise mofarme de mi mejor resultado comparado con el suyo, me respondió algo como:

- Es que los de primero tienen una matemática muy fácil, solo es saberse las tablas y hacer unas sumas sencillas.  En cambio en tercero tuvimos que hacer multiplicaciones de números de 20 cifras por 20 cifras, y sumas que llenaban la hoja entera.  En lenguaje hay que leer unos libros muy gordos y recitarlos de memoria, en sociales hay que saberse todas las capitales del mundo, en ciencias...

Yo siempre le he creído a mi hermano todo lo que dice.  Al día de hoy aún suelo consultarlo hasta por cosas triviales y tomo muy en cuenta su opinión. La respuesta que me dio entonces se me grabó como el miedo.  Había que hacer algo, y había que hacerlo rápido.  Yo no podía permitir que la escuela me sorprendiera con esas exigencias sin estar preparado, pero sobre todo, tenía claro que yo no podía caer en el mismo lugar que cayó mi hermano. Yo necesitaba vencer a la profesora, porque al vencerla, vencería a la escuela, al sistema, al mundo, y de paso también a mi hermano mayor.

Toda mi vida he tenido a mi hermano como el referente a seguir.  Como sólo es un año mayor, yo resulté heredando la ropa que le iba quedando pequeña, los zapatos que ya no le entraban, los juguetes que ya no usaba.  Pero lo más importante fue que heredé sus libros, cuadernos, trabajos escolares y los recuerdos y opiniones acerca de sus tareas y la experiencia general de verlo estudiar los temas que estudiaba.  Cada vez que yo veía un tema nuevo, mi hermano ya lo había visto el año anterior, y yo había sido testigo presencial atento a aprender de su experiencia.

Entonces, ante tan irresolubles ejercicios que mi hermano me auguraba en ese noviembre del año 82, me di a la tarea de realizar sumas, restas, multiplicaciones y divisiones de cuanto número tuve a mano, así como a la lectura de libros cada vez más gordos y complicados (de mi tío Mario, que hacía Bachillerato) incluyendo el atlas universal Aguilar y el pequeño Larousse ilustrado.  Para enero, yo ya había realizado la suma de columnas enteras de números telefónicos del directorio (una excelente fuente para encontrar números), y del resultado restaba uno a uno los teléfonos de la columna siguiente, a veces haciendo previas multiplicaciones  entre algunos tomados al azar, aglutinándolos para tener números de 10, 15 y 20 cifras como los que mi hermano intentaba asustarme, y dividiéndolos por el número de cédula de mi abuelo, la extensión territorial de Colombia, la población de Bogotá o cualquier número que apareciera. Con la práctica, me asomaba a la calle a sumar mentalmente las placas de los dos siguientes carros que pasaran, o a realizar operaciones con cualquier número que apareciera en radio, en televisión o en las puertas de las casas.

Al entrar a grado segundo, estaba bien afilado y ansioso de demostrar que no me iban a coger a mansalva, que tenía mis armas y pensaba usarlas.  Yo no iba a perder, yo venía a vengar a mi hermano, llenándome de gloria en el proceso.  No importaba si era clase de lenguaje o matemáticas, yo estaba en primera fila aprovechando cualquier oportunidad para demostrar que ya sabía lo que la profesora estaba enseñando  ¿ese era su mejor golpe?

Una ocasión, la profesora estaba enseñando algún tema de matemáticas que yo ya sabía, me hice en mi puesto de primera fila a indicarle paso a paso lo que debía hacer, sin caer en cuenta que ella iba justamente a explicar todos los pasos al grupo e ignorando sus miradas de regaño en potencia.  Su paciencia finalmente se rebosó con mis intervenciones y muy indignada me dijo a los gritos:  "Pues si sabe tanto, venga, pase al frente y explique usted".

A muchos, esa frase intimidante los hubiera dejados clavados a la silla y callados por el resto del año, pero a mí me brillaron los ojos y lo tomé como la invitación más cordial que podía hacerme, así que pasé al frente, tomé la tiza y el borrador, y comencé a explicarle a mis compañeros cómo es que se realizaban las operaciones, y me di a la tarea de revisar el cuaderno de todos para ver si lo estaban haciendo bien y volver al tablero a proponer ejercicios cada vez más difíciles, supongo que con los ojos bien aniertos y la sonrisota bien puesta.  Así continué hasta que sonó el timbre del recreo.  La profesora no me dejó salir a jugar sino que me llevó a la dirección, mandaron a llamar a mi acudiente y al final del día había sido promovido a tercero.  No llevábamos ni dos semanas de febrero.

Durante el resto de la primaria y del bachillerato, procuré informarme bien de lo que mi hermano (siempre en un curso mayor, aquí en esta foto ) estaba aprendiendo para repetir el proceso, me fijaba mucho en sus tareas y estudiaba sus libros y cuadernos para aprender los temas con un año de anticipación.  Necesitaba el reto para superarme, y también para superar a mi hermano.  Gran parte del camino me lo trazó él, fue el faro que seguí, el nivel al que debía llegar, el estándar a vencer. Y fue un estándar muy alto:  Fue el mejor ICFES de su promoción, el mejor bachiller, pasó a la Nacional... yo no podía quedarme atrás.

Hoy en día, tengo claro que este episodio de los años 82 y 83 me enseñó algo que aplico todavía hoy, y que me ha permitido  en gran medida ser quien soy.  No se trata solo de haber conocido el auto estudio y los buenos resultados que da (aunque es una parte) ni haber aprendido a planear una tarea y disciplinarme por terminarla (aunque es otra parte)  ni de mostrarme el real disfrute del proceso de enseñar a otros (que es una muy importante parte).  Es el conjunto de todo lo anterior:  Hace 12 años que mi trabajo es enseñar (y lo disfruto tanto que no es trabajo), pero hace 30 que leo y estudio por mi cuenta todo tipo de temas, desde los triviales a los trascendentales, es algo que disfruto y que me define plenamente.  Está en mi firma, en mis huellas, casi que en mis genes, y quiero seguir haciéndolo así. Punto.

Claro, quiero seguir haciéndolo porque hasta ahora ha dado excelentes resultados.  Entonces reflexiono nuevamente y tomo conciencia de que todo esto, todo lo que he podido lograr académica, deportiva y profesionalmente, incluso los logros financieros, se lo debo a la presencia de mi hermano en mi vida.  No lo hubiera podido lograr sin él, sin la disciplina y el método que gracias a él aprendí, sin las permanentes ganas de querer superarlo y sin el listón tan alto que siempre me puso para superar.

Muchas gracias por la vida que tengo, hermanito.

jueves, 7 de febrero de 2013

60º Aniversario, en palabras de mi hermano.

El mes pasado, mis abuelos Aldemar y Cenelia celebraron el aniversario número 60 de su matrimonio.  Mi hermano mayor no pudo asistir a la ceremonia (yo tampoco), pero envió unas emotivas palabras para dejar claro que, en la distancia, celebraba con toda la vida esta buena fecha.   Aquí transcribo sus palabras:


_________________________

Queridos Papá y Mamá...

Hoy no estoy presente para celebrar con ustedes esta gran fiesta,  pero lo estoy de corazón. Desde aquí mando mi abrazo más amoroso para los dos, me siento feliz y orgulloso de tenerlos aún con nosotros, y aunque sean pocos los días del año en que compartimos, esos días son los mejores, me llenan de amor y felicidad, porque si uno quiere sentir amor, solo basta con mirarlos a los ojos a ustedes, o sentir la mano carrasposa del abuelito sobándome la cara y la cabeza.  Esa es una de las sensaciones más placenteras de mi vida.

Mi recuerdo más antiguo del abuelo es de cuando yo tenía 3 años: estábamos en Fátima, yo estaba sentado en la mesa grande redonda en el segundo piso, que me parecía enorme... pero en realidad era pequeña. Era tarde en la noche y, como costumbre familiar, estaban todos despiertos hablando de todo y de todos.  Entonces la tierra tronó y todo se movió, el abuelo me cogió es sus brazos, y me sacó corriendo por la cocina hasta el patio, casi nos quemamos con una olla de aguapanela que se cayó al piso, al final estábamos en el patio, y todo se calmó, no había nadie más, todos habían corrido hacia la calle, yo en realidad no supe que pasó... hasta después de un tiempo, cuando que aprendí qué era un temblor.  Pero ese recuerdo del abuelo conmigo, protegiéndome, con sus manos carrasposas en mis piernas, es la imagen de muchas y muchas ocasiones en la que me cuidó y sentí su amor protector.

De mi abuela mi recuerdo más antiguo es de la misma época: feliz cuidando sus matas y haciéndoles hacer oficio a todos, siempre sonriente y siempre haciéndonos sentir su amor protector, no dejando comer mantequilla a Mario, dandonos "traguitos" antes del desayuno... (esos traguitos no eran de guaro, eran de chocolate o aguapanela con leche), siempre la abuelita con su experiencia y conocimiento de la vida nos enseñó a ser todas una señoritas y todos unos cabelleros.

Hoy, despues de tantos años, llego a su casa y todavía a mi abuelo se le hace un nudo en la garganta al verme, me coge con sus manos carrasposas y me soba toda la cara, y me dice "tan bello mijito como los quiero"  como si fuera la primera vez que lo hiciera; siempre me hace sentir ese amor inmenso que no le cabe en sus manos, y cuando me voy, me abraza fuerte, se le aguan los ojos, y con la mirada me dice que no quiere que me vaya, vuelve y me soba toda la cara, me bendice, y me dice "tan bello mijito, aqui los esperamos" y me voy nostálgico de no poder estar más tiempo allí. 

Pero desde el día en que me fui por primera vez de su casa... tenía 5 años, y me aventuré a ir a los llanos, recibí el mismo amor, y sentí los mismos ojos cada que regresaba y volvía a irme. Es mi abuelo bello, al que no le cabe el amor que siente por todos nosotros, y del que me enorgullezco con su ejemplo de hombre trabajador y honesto, y lleno de amor infinito por todos nosotros.

Por eso hoy desde la distancia quiero decirles que los adoro, que gracias a ustedes y a todo lo que me enseñaron de sus valores, hoy soy una persona de bien, y me enorgullezco de que podamos compartir esta fecha especial todos unidos. 

Papá y Mamá: los adoro!!!

viernes, 15 de abril de 2011

Mi hermano y yo

En esta foto de diciembre de 1982 aparecemos mi hermano Julián y yo, conociendo las rocas de Suesca. No recuerdo casi nada de los acontecimientos de ese día, y sin embargo estoy seguro de que al menos tres cosas sucedieron ese día:

*Mi hermano me peinó
*Mi hermano me amarró los zapatos
*Mi hermano me habrá indicado varias veces qué hacer y qué no hacer.

A pesar de solo ser un año mayor que yo, nuestra madre encargó a mi hermano de la responsabilidad de estar pendiente de mí en varios aspectos. Por eso es que en mi memoria, confundido con mis maestros de preescolar y primero primaria, aparece mi hermano como la primera persona
de la cuál aprendí algo. Muy nítidos tengo los recuerdos de algunos de esos aprendizajes, por ejemplo:

En 1981
*Cómo elaborar, seguir y usar un horario de Clases
*Cómo hacer barquitos de papel
*Cómo hacer aviones de papel
*Cómo empacar una lonchera
*Cómo peinarme y cómo amarrarme los zapatos

En 1982
*Cómo leer una libreta de calificaciones
*Cómo marcar los cuadernos
*Cómo hacer fraude en los mandados.
*Cuáles eran las palabras que no debíamos decir
*Cómo insultar a otros
*Cómo peinarme y cómo amarrarme los zapatos

En 1983
*Cómo usar el papel mantequilla para calcar dibujos.
*Cómo usar cada cuaderno en su respectiva materia (para que la tarea de lenguaje no fuera hecha en el cuaderno de matemáticas)
*Algunas nociones sobre la combinación de prendas de vestir (para resaltar, que hay cierta ropa con la que no debía ponerme las botas de caucho)
*Cómo amarrar una cuerda a los carritos de juguete y cómo hacerlos derrapar
*Cómo colarse en el estadio Palogrande
*Cómo peinarme y cómo amarrarme los zapatos.

En 1984
*Cómo colarse en un bus
*Las rutas sistema de transporte público para llegar a nuestra casa
*Qué hay que hacer si te duermes en el bus que te lleva a la casa
*Cómo se embetunan unos zapatos
*Cómo peinarme y cómo amarrarme los zapatos

En 1985
*Cómo organizar el uniforme del colegio
*Cómo hacer un nudo de corbata
*Cómo sacar de los Almacenes LEY juguetes sin pagarlos
*Cómo peinarme y cómo amarrarme los zapatos

En 1986
*Cómo mantener la calma en un atraco
*Cómo volarse del colegio con excusas falsas sin que profesores ni padres se enterasen.
*Dónde vendían a niños de 10 y 11 años revistas para adultos
*Cómo peinarme y cómo amarrarme los zapatos

En 1987
*Cómo dejarse robar una bicicleta
*Cómo peinarme y cómo amarrarme los zapatos


No es que en 1987 hubiera dejado de aprender cosas, o que finalmente haya aprendido a peinarme y amarrarme los zapatos, pero dejo la lista allí porque a partir de ese año comenzamos a pasar menos tiempo juntos y más tiempo con nuestros respectivos amigos.

Sin embargo, aunque no de manera tan directa, los aprendizajes que tuve gracias a él siguieron siendo muchos, y resultaron siendo los más importantes para mi vida.

Por ejemplo, gracias a mi hermano aprendí a ser autoexigente y aprendí a ser competitivo, y mi deseo de ser mejor que él me impulsó a hacer ese esfuerzo extra en muchas actividades, o a aprender a restarle importancia a aquellas cosas en las que no lo podía vencer (Es decir, mi hermano me enseñó a priorizar, a resignarme con unas cosas y a seguir adelante con otras).

Mi hermano no solo todavía tiene mucho para enseñarme, sino que todavía se desespera cuando se da cuenta de que no he aprendido algunas cosas que le parecen obvias (como cuando éramos niños e insistía en enseñarme a peinarme y amarrarme los zapatos).

Hoy mi hermano está cumpliendo años, y mi manera de celebrarlo es recordarle que gracias a él he aprendido montones, y decirle que quisiera seguir aprendiendo a su lado durante muchos años más. También quisiera que, cuando yo tenga 80 años, sea un viejito cascarrabias, lleno de dolencias y con una demencia senil galopante, él se me acerque sonriendo a peinarme y amarrarme los zapatos.

Un abrazo a mi hermanito
(Aquí, sin peinar y con zapatos mocasín)

domingo, 23 de enero de 2011

Mama Vieja - Los Chalchaleros

Mama vieja,
Yo le canto desde aquí...
__________________
En julio de 1995, salí del pago, me dijo adiós con la mano y se quedó mama vieja muy triste en la puerta el rancho. Esa fue la primera vez que me fui de la casa (regresé a los cuatro meses) y recuerdo la imagen de mi madre, muy triste, pero sonriente, diciéndome adiós con la mano mientras me iba en un camión con mis tres corotos.

Aún con noticias como esa, tan triste que estaba, mi madre sonreía y me deseaba mucha suerte. Como puede verse en la imagen adjunta, no ha importado la edad, la moda, el lugar o las malas noticias que rondan por ahí, mi madre siempre ha sabido sonreír. Aún en las épocas de mayor desconsuelo, siempre ha tenido el suficiente optimismo y la fuerza para no dejarse abatir, para sonreír y así hacernos sonreír a nosotros y hacernos pensar que las penas no son tantas.

Espero que hoy mi madre sonría mucho en su cumpleaños.

Versión de Los Visconti:


Versión de Los Chalchaleros:

_______________
MAMA VIEJA:

Cuando salí del pago.
le dije adiós con la mano
y se quedó mama vieja,
muy triste, en la puerta ‘el rancho.

Ella me dio el permiso,
que yo pagué con mil besos
y enderecé por la senda
con mi bagaje de sueños.

¡Mama vieja!: Yo le canto, desde aquí,
esta zamba, que una vez le prometí.
Zambita ha‘i ser la primera,
pa’ que se acuerde de mí.

Aunque yo estoy muy lejos
del pago donde he nacido;
le juro, mi mama vieja,
que yo de usted no me olvido.

Yo se que, por las noches,
desde una estrella me mira.
Usted se fue para el cielo
y mi alma llora y suspira.

¡Mama vieja!: Yo le canto, desde aquí,
esta zamba, que una vez le prometí.
Zambita ‘i ser la primera,
pa’ que se acuerde de mí.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Don Aldemar, 82



Según la cédula oficial, Don Aldemar cumplió años el día de ayer (28 de Noviembre), sin embargo todos en la familia hemos celebrado su cumpleaños el día 24 de Noviembre. Don Aldemar dice que en la partida de Bautizo (que era el documento oficial válido niños en aquellos años) dice efectivamente 24 de noviembre, y que la confusión pudo haberse dado por el año de nacimiento, que también es 28.
En todo caso, independientemente de si es 24 o 28, es una fortuna para nosotros que Don Aldemar ande todavía revoloteando por ahí, con la misma vitalidad y jocosidad que le hemos conocido. Si bien el cumpleaños es suyo, los afortunados, los que realmente estamos siendo premiados y recibiendo un enorme regalo, somos su familia.

Ojalá podamos seguir recibiendo ese regalo muchos años más

viernes, 25 de diciembre de 2009

Demasiado Corazón

Yo no suelo pedir regalos. Ni en navidad, ni en cumpleaños, ni por graduación ni por nada que a otros motive festejar me gusta recibir regalos (y por eso es que no los suelo pedir). No recuerdo cuándo exactamente comenzó esta apatía (porque supongo que de muy niño me habrían gustado la navidad, los juguetes y las pintas para estrenar), el asunto es que el asunto ahora me importa un rábano.

Hubo quienes se frustraron con esto, hay muchos a quienes no les preocupa en lo más mínimo, y está mi pelirroja, que se hace la loquita (la que no escuchó) y comienza a celebrar sin más remedio para mí que unirme a la celebración y ponernos a festejar juntos.

A mí no me gustan los regalos, pero como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, no paro de recibirlos, desde todo lado. El más sonado de los últimos regalos lo he querido compartir hoy, pues mi abuelo, el ser humano con el corazón más grande y noble que he conocido, tiene ese grande y noble corazón intacto, como si nunca hubiera estado enfermo. Ese corazón, en el que cabemos todos sin ningún tipo de censura, prevención o reparo, que perdona a priori, que empatiza con todos, que ama más allá de lo que los libros dicen que se puede, está tan sano como para querernos muchos años más.

Con regalos como estos, ¿pa' qué andar pidiendo más?



domingo, 12 de abril de 2009

El Cuaderno de Don Aldemar

Don Aldemar y El Forastero en 2007
De Don Aldemar ya he hablado un par de veces en este Blog: Hablé de su canción favorita y del gen forastero que probablemente heredé de él, además de mencionarlo con frecuencia por ahí. En un comienzo pensé que me gustaría traer aquí algunas de las cosas que me ha contado, pero resultaron siendo tantas que decidí ubicarlas en un blog aparte, dedicado exclusivamente a las historias que él quiere contar.

Recientemente no he dedicado tiempo a este Blog de Alijunakai porque comencé a escribir el blog de mi abuelo, que tanto tiene para contar, y eso me demandará un buen tiempo. El blog se llama El Cuaderno de Don Aldemar y la dirección es http://donaldemar.blogspot.com, por si alguien se anima a echar un vistazo.

Nos leemos después

sábado, 4 de agosto de 2007

Forastero Aprendiz

quisiera un momento olvidar el dolor
que pasen las penas y sentirme feliz
al lado de mi hermano
con quien he batallado
para poder vivir
"Mi hermano y yo" - Los hermanos Zuleta
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El ocurro de la semana es uno de esos que pone la sonrisa a trabajar y manda mis malas noticias a que se despedacen como mejor les plazca y dejen de meterse en lo que no les importa, es la noticia precisa para andar todo el día con la cosquillita de hacer muchas cosas y hacer que los demás sonrían.

Cuando se es un forastero se toman decisiones que a otros parecen absurdas, a veces se hace mucho daño sin que esa sea la intención y el desapego puede causar mucho dolor, a veces esto de no encajar puede desconsolar lo suficiente como para que a la sonrisa le dé dolor de espalda. Sin embargo, el forastero suele pensar que son males menores, porque al final las decisiones son las correctas y lo que viene como ganancia compensa mucho más desconsuelo del que nos toca tragar. Pero esta postura deja de ser absoluta y convincente en casos como el ocurro de este mes.

Mi hermano Daniel se escabulló de su grupo de excursión y no hizo el viaje de regreso. En lugar de eso vino a mi casa y decidió quedarse un mes lejos de sus amigos, su vida actual y ya comienza a experimentar esto de ser un forastero, aunque muchas variables estén controladas para que el cambio no sea intempestivo y del taponazo no le quede el morado ni el dolor. Me entran ganas de enseñarle muchas cosas y entonces me surge la pregunta: "¿Realmente quisiera enseñarle a ser un forastero?" o mejor, "de todo lo que significa ser un forastero, ¿Qué debo enseñarle y qué debo evitar?"

Me extrañó mucho sentir que no quería mostrarle todo, como si quisiera evitarle las malas noticias que trae consigo el ser forastero. Pero también quiero prepararlo para cuando dé el paso de cambiar de ciudad para ir a la universidad, porque habrá momentos en que sentirá que no encaja, en que el desapego será una ventaja enorme frente a quienes no lo tienen, que va a hartarse y debe saberlo manejar, que a veces largarse es la mejor decisión, que el mundo está lleno de keikes y debe aprender a no esperar de ellos más de lo que vienen a ofrecer, que caer es fácil y debe aprender la parte dificil, que no se puede medir el coraje y que muchas veces regresar es la mejor parte de forasterear.

Entonces ando de maestro forastero y tengo un aprendiz. Quisiera en este mes enseñarle un montón de cosas, pero no quiero que me pase como al que mucho abarca. Por lo pronto hacemos solo el precalentamiento con PIMSLEUR y otras enseñanzas menores.

El ocurro de la semana me tiene a los brincos dando medialunas, aprendiendo italiano, nadando más de la cuenta y más parlanchín que de costumbre. De paso aprovecho para rejuvenecerme, volver a ver muchas cosas (el mar, por ejemplo) con sus ojos de 16 años y aprender de las tantas cosas que mi hermano tiene para enseñarme. Será un mes espléndido y dolerá mucho cuando se acabe. Solo entonces sabremos si vale la pena aprender del desapego. De dos males, escoger el menor, ¿pero cual es?

viernes, 20 de julio de 2007

Gen Forastero

Mi mayor sorpresa, desde luego, fue la primera visión de Riohacha, la ciudad de arena y sal donde nació mi estirpe desde los tatarabuelos.
Gabriel García Marquez
Vivir para contarla
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En esta foto puede verse a don Aldemar a punto de salir de viaje un día cualquiera de la década del 40. Lo acompaña su hermano Diego (de corbata), quien iba al pueblo más cercano (Salamina - Caldas) para asistir a la Iglesia.

En este mes que me mantuve lejos del blog pude acercarme a mucha gente que llevaba tiempo sin ver. La mayor alegría fue verme con Aldemar (sin lugar a dudas, el ser humano que más me ha querido) y viajar a su lado para recorrer carreteras, lugares y poblados que tenían profundo significado en su historia y su memoria, pero de las que yo no sabía nada por haber tenido la idea de venir al mundo cuando él ya no era un forastero. Fue el viaje que, como diría nuestro Gabo, me llevó a conocer el lugar en donde nació mi estirpe desde los tatarabuelos.


Escucharlo fue maravilloso. Hoy don Aldemar es un jovencito sonriente de gorra de paño (Ver foto) que se emociona recorriendo sus viejos lugares o contando apartes de la historia de la familia y los lugares exactos en los que sucedieron. Se le acelera el pulso mostrando por dónde caminaba cuando su forastereo lo llevaba a tal pueblo, recuerda a carcajadas los lugares donde nacieron los miembros de la familia (por alguna gracia que vino adjunta) y no se le nota en la voz el dolor de las malas noticias que alguna vez llegaron.

Muchos en la familia tuvieron que mudarse o viajar, pero de él es de quien heredé el gen forastero, y él lo heredo de sus abuelos, que abandonaron Antioquia para fundar un pueblo en medio de la nada, agarrado de las uñas a las montañas.

Don Aldemar desde sus 14 años comenzó a viajar por las empinadas montañas de Caldas llevando mulas de carga en caravanas que duraban varios días, luego recorriendo el país en camión, de andariego recogiendo café en tiempo de cosecha o pescador en tiempo de subienda, construyendo carreteras o de obrero en la ciudad. 20 años en esas lo llevaron a Manizales, donde finalmente se radicó y logró descansar de su forastereo en los 60

Recorrer esos lugares de Caldas, llegar a Salamina, seguir a San Félix o a Pácora, atravesar el páramo hacia Manzanares y Marulanda o los ríos hasta Aranzazu, La merced y Neira es bastante dificil hoy día, con buenas carreteras y buenos autos. no logro imaginarme cómo era en los días es que a lomo de mula era la única posibilidad. Hay que tener entrañas de forastero para haber vivido y viajado por esos lugares, explorado estas montañas y trabajado como lo hizo mi abuelo Aldemar, hay que saber largarse, conocer muchos keikes, haberse hartado, haber sentido que su destino pareciera regido por una moneda de tres caras, haber tenido una buena banda sonora de compañía, pero sobre todo saber regresar. Siempre va a ser esa la mejor noticia


El ocurro del año será sin duda este viaje con mi abuelo. Aprendí de mi ser forastero mucho más de lo que llevo escrito en este blog. Siempre será bueno regresar a su lado