jueves, 2 de mayo de 2013

El almanaque mundial

La semana pasada estaba hablando con una rectora y encontré sobre su escritorio un ejemplar del almanaque mundial, y me entró la alegría y la añoranza de quien vuelve a ver el juguete más querido de la infancia, o un compañero de la primaria, o el barrio en el que creció. 

Hacía mucho tiempo no veía un ejemplar, y actualmente wikipedia ocupa el lugar en mi corazón dedicado al proveedor de información que me engolosina, sobrecoge, entretiene y alimenta.  Sin embargo, ese lugar fue durante muchos años para el almanaque mundial, y por eso me entraron ganas de contar la historia.

El primer ejemplar que tuve fue el de 1984, estaba en 4° primaria.  En febrero me habían dejado de tarea algo relacionado con la vida de Simón Bolívar, y estaba en Cafam Floresta con mi madre cuando vi el libro con Simón Bolívar en la portada y le pedí a mi madre que me lo comprara para hacer la tarea.  Ella accedió.

No recuerdo si la mencionada tarea la logré hacer (lo más probable es que no, yo no era de "esos"), pero sí recuerdo que fueron muchas las horas dedicadas a descifrar y entender la lógica de ese libro, en el que parecía haber mucha información que no necesitaba, y que tampoco sabría cómo necesitarla en el futuro.  Yo leía el libro como si fuera un cuento, desde la primera página, leyendo todo (hasta la publicidad)

Felizmente, logré llegar a la sección "ciencias de la tierra/Demografía" en donde el libro estalló de belleza en mis manos:  Aparecía la lista de los 20 países más grandes en orden decreciente de extensión (desde la URSS hasta Colombia) y luego los países más poblados, y los montes más altos, y los ríos más largos, y las islas más grandes, y etc., etc., y muchos más etc., y después una descripción más o menos detallada de cada uno de los casi 200 países del momento, con sus datos geográficos, demográficos e historia reciente, y luego otros etcéteras más leí a lo largo del año.

En diciembre del 84, vi en el almacén LEY de Manizales el almanaque mundial de 1985, y con una breve hojeada me di cuenta de que alguna información estaba actualizada.  Las montañas más altas seguían siendo las mismas, pero ahora había nuevos países, nuevos descubrimientos, nuevos avances...  Entonces decidí que lo pediría de regalo de navidad y fue mi abuelo Aldemar el que me acolitó el capricho. Buena parte del año 85 me a pasé comparando la información de cada uno de los 200 países para ver qué datos adicionales había y cómo habían cambiado los que cambiaron.

Para el año 1986 no me pudieron comprar el almanaque, entonces me dediqué a releer estos dos, y ampliar las listas que podía y crear otras que no existieran, todo a partir de los datos dados por el propio almanaque.  Ya que estaba la lista de los 20 países más grandes en orden decreciente de su extensión territorial, decidí ampliarla y completarla hasta hasta incluir a todos los países restantes.  Lo mismo hice en orden decreciente de su población, tasa de cambio, desempleo, PIB per cápita, longitud costera y cualquier otro dato que estuviera allí.  

Luego vinieron cuatro años felices, del 87 al 90, con el almanaque mundial como regalo de navidad.  Esos años ya estaba en bachillerato, conocí a los que fueron mis mejores amigos durante muchos años y conocí al que ha sido el mejor profesor que he tenido (Un saludo al profe Luis Arturo Peláez), justamente de geografía e historia,  de América, de Europa y Asia, en los que me sirvió bastante esta lectura que ya llevaba cuatro años haciendo.

Pero el mundo no cambia tan rápido como para necesitar un libro como ese cada año  (Muchos datos de 1984 siguen siendo los mismos hoy), por otra parte la publicación decayó en calidad y poco a poco perdí el interés en seguirlos adquiriendo. Los que alcancé a tener se quedaron en la casa como eventual fuente de consulta, y allí siguen.

En diciembre de 2004 volví a tener uno de regalo, esta vez de Mariet, mi novia de entonces, quien se sabía los detalles de esta historia.  Ese fue la última edición que tuve propia, porque ese 2005 conocí Wikipedia y me volqué a seguir consultándola, dejando olvidado el libro, hasta el sol de hoy que volví a ver un ejemplar y me entró la nostalgia.

Y esa es la historia de mi primer gran proveedor de información, que de tanto leer resulté memorizando casi sin querer.  Parecería irrelevante recordar datos como que la república de San Marino tiene una extensión de 61 km2, pero en 2003, 19 años después de haberlo aprendido, me sirvió para ganar un concurso, algo de dinerito, y terminar de conquistar a una chica, que dos años después me regalaría mi último almanaque mundial.