jueves, 29 de mayo de 2008

Zamba de la añoranza (Los Chalchaleros)


Hoy voy a verte de nuevo,
voy a envolverme en tu ropa
Susúrrame en tu silencio
cuando me veas llegar

Hoy - Gloria Stefan



Se acerca junio y eso significa que pronto me volverán las cosquillas en el estómago porque se acerca el momento de volver a ver mi gente. Hace un año, precisamente, hablaba del regresar y de las cosas buenas que traía, por ejemplo la emoción y alegría que me produce volver a ver a Don Aldemar, que me está esperando desde que me fui. Algún Tiempo después hablé de la canción que traigo como epígrafe, y hoy resalto este fragmento de lo que dije entonces:

... sitúa a la protagonista en la espléndida situación de contar a los gritos la buena noticia que no le cabe en el cuerpo: "Hoy voy a verte de nuevo" y parece que eso fuera suficiente para contrarrestar la incomodidad del viaje y las malas noticias que la separación trajo. Todo eso son fruslerías porque hoy voy a verte de nuevo, y eso es suficiente para conservar la sonrisa y la gratitud por tan buena fortuna.

Pues bien, la proximidad del regreso me tiene cantando más de la cuenta, y ahora hay una serie de motivos adicionales que no tenía hace un año y todos derivan de una enorme sonrisa pelirroja. Eso me ha enido cantando que hoy voy a verte de nuevo, pero hay otras canciones que se suman a la fiesta y dicen todo lo que significa mi alegría. Voy a compartir una de ellas.

En 1972, los Chalchaleros (de quienes ya había traído una canción aqui) grabaron el álbum "La Cerrillana", acompañados de bandoneón. Allí está la zamba de la añoranza describiendo la alegría de regresar después de larga ausencia y añoranzas. La primera parte de la canción la dedica a celebrar el regreso a todo lo que de lejos recordaba. Todo se vuelve motivos para celebrar y para darte este tierno cantar que he visto florecer en mi guitarra, así será cuando vea a don Aldemar, a mi pelirroja, al resto de mi gente.

Más tarde, la misma canción me baja de la nube y me deja claro que voy a tener que volver a partir, diciendo siempre adios, parece que este fuera m¡ destino, aunque también deja claro que, no importa qué tan lejos esté, siempre podré hallarme con mis nostalgias y nunca me van a faltar las ganas de cantarte esa canción que he visto florecer en mi guitarra. La posibilidad de regresar sigue abierta y esta canción podrá ser cantada a los gritos la próxima vez.


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ZAMBA DE LA AÑORANZA

Vuelvo, tierra vuelvo
después de larga ausencia y añoranzas
llevándote en mi voz este tierno cantar
que he visto florecer en mi guitarra

Vuelvo, tierra, vuelvo
Alegre el corazón porque me llama
el fuego de tu sol, tu bello cielo azul
y todo lo que lejos recordaba

Catamarca... mi tierra natal
achalay!...que cosa linda.....
volverte a contemplar y luego regresar
llevando tu recuerdo que es mi vida
Volverte a contemplar y luego regresar
dejándote en mi adios este cantar.

Lejos, tierra, lejos
me ¡rán llevando ahora los caminos
andar y siempre andar, diciendo siempre adios
parece que este fuera m¡ destino

Lejos, tierra, lejos
de nuevo me hallaré con mis nostalgias
Y s¡empre cantaré la zamba que una vez
he visto florecer en mi guitarra.


sábado, 24 de mayo de 2008

Keikes


Gracias por olvidarme también
No bien cruzaste el andén
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La primera vez que viajé en bus por la troncal del caribe me sorprendí al ver que se subían al bus vendedores de pollo asado y carne a las brasas (para infortunio del poco aire que hay para respirar). Más adelante subió otro vendiendo algo con este pregón, dicho a toda velocidad:

- A la orden lokeke lokeke lokeke lokeke

La curiosidad pudo vencerme, y le pregunté al lugareño qué era lo que vendía.

- Son keikes, patrón.

No pregunté qué rayos era un keike porque me tenía merecida la perogrullada por preguntar mal, de modo que compré mil pesos de keikes con la esperanza que fueran sabrosos.

Pues bien, Los dichosos keikes sabían a lo que en Caldas llaman "cucas", pero son más esponjosos, de forma cuadrada, algo más dulces y con algunos sólidos que recuerdan vagamente al coco y la nuez. Estuvo bien.

Poco después tuve que viajar por esa troncal 10 días cada mes durante todo un año, y encontrarse con keikes fue bastante frecuente. Se subía con su canasto en Pente Bomba (a 40 km de Riohacha) y comenzaba a hacer lo suyo.

- A la orden lokeke lokeke lokeke lokeke, fresquecitos lokeike...

Yo le decía Keikes, porque nunca se me ocurrió preguntarle el nombre (A veces yo pensaba "ojalá se suba keikes, porque tengo hambre").

Cuando uno anda forastereando, es frecuente encontrar personas como él, dispuestas a ayudar, a servir, siempre atentas. A veces se suben y uno no los necesita, no por eso guardan rencor o se vuelves displiscenten. A veces uno simplemente está harto y no quiere saludar, y ellos pasan de largo y más adelante se bajan y cero problemas. La próxima vez que se suban volverán a sonreir.

No importa si eres de los que se queda, de los que se larga, o si eres un bus que recoge y deja gente según la oferta, siempre podrás encontrár algún keikes que te facilite el trayecto llenándote las entrañas o haciéndote sonreir; siempre los encontrarás en el lugar en el que los buscas, y siempre sabes qué pueden ofrecerte y qué no. En este caso, entre puente bomba y el peaje de Tigrera, Keikes puede ofrecerte torticas dulces.

Muchas gracias a keikes por el hambre calmada tantas veces, muchas gracias a quienes, como keikes, se suben a este bus unos minutos para ayudarme, para brindarme lo que tienen para ofrecer... pero especialmente gracias porque finalmente se bajan!

sábado, 3 de mayo de 2008

Into The Wild

No soy de aqui ni soy de allá
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad
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Desde que escribí sobre Dersú Uzala no había vuelto a ver una película que en verdad me tocara en el punto preciso para motivarme a escribir en el blog, pero este fin de semana tuve la suerte de ver Into the Wild y no puedo dejarla pasar sin hablar de ella.

La canción de Facundo Cabral hubiera ambientado muy bien esta historia de desapego y de encuentro de bienestar y felicidad en cosas pequeñas. También es evidente que no es un sentimiento de misantropismo el que lo lleva a hartarse de todo y largarse de una vez, porque en el camino logra hacer vínculos muy valiosos con toda clase de personas. Su travesía siempre está motivada por la necesidad de buscar la propia raíz de la felicidad que busca, parece en todo momento que Ser feliz es su color de identidad y que se deleita cantando que no soy de aquí ni soy de allá.


Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué
la rosa de los vientos me ha de ayudar
y desde ahora váis a verme vagabundear


Esta canción también hubiera podido ambientar algunas escenas, especialmente en las partes en las que hace referencia a las cosas que lo hartaron en su momento hasta que ya no lo soportó. Christopher un día simplemente se hartó y punto. Arrancó de una vez su forastereo y rompió con cualquier lazo que lo atara a su pasado. En el camino encontró keikes y solventes no acuosos que lo supieron acompañar, de unos y otros aprendió mucho y ellos le permitieron fortalecer aún más esa voluntad que ya era irreductible. Sobresale siempre que su carácter jovial no está nunca en contravía con su absoluto desapego, la manera en que empatiza con otros no compromete su deseo de marcharse a seguir lo que desde hace tiempo sabe que busca. Su desapego no es ingratitud, y es una fortuna que otros lo comprendan. Cuando se separa de alguien parece como si cantara: Es hermoso partir sin decir adios, pero soy palomo torcaz, dejadme en paz.


No pregunten de'onde soy,
vengo del tiempo aparcero,
y ni los mismos senderos
Comprenden pa’ donde voy.
José Larralde


Hacer una travesía como ésta que hizo Christopher es un pastel de tentación para un forastero, y si bien no siempre se consiguen las agallas para llevarla a cabo, siempre se consigue hacer una travesía semejante en le interior de cada uno. Un viaje de años en el cual se rompen lazos añejos obsoletos y se crean otros nuevos bajo nuevas condiciones, un viaje de reflexión para tomar conciencia de los motivos de la travesía y de los objetivos que se persiguen. Súmale a eso paisajes exóticos y obstáculos tremendos de esos que solo son capaces de sortear los gigantes y verás que lo que logras va a tener más sabor y sentido que si te lo hubieran enseñado sin dolor, aunque pueda parecer que lo aprendes demasiado tarde.

Las décimas de Jacinto Luna hubieran ambientado aquellas partes de la película en las que mostraban las relfexiones de su familia después de la desaparición de Christopher. La incomprenisón de los motivos, los procedimientos y las decisiones de un muchacho al que no le faltaba nada para tener éxito en la vida. También hubieran ambientado los momentos en los que la suerte fue adversa y hay que comprender que no queda más remedio que aceptarla, porque la otra opción (dejar de ser Forastero) no vale la pena considerarla Siquiera.

Christopher alcanza su meta a un precio muy alto, a veces parece que no pudiera aguantar o que con el mayor de los gustos se hubiera arrepentido. Sin embargo en el final logra firmar un empate: Deja constancia de haber sido muy feliz aunque en muchas partes haya querido cantar que me han echao en el fogón ramitas de mataojo