jueves, 16 de junio de 2016

Mi camino hacia el ateísmo - Etapa 8/9

Leer etapa 6
Leer etapa 7

Etapa 8: Ateo débil.

El final de la etapa anterior podría servir como el final de este viaje, pues ya me encontraba a gustito. Curiosamente recorrí este camino sin estar buscando nada en especial, simplemente la vida me fue llevando por ahí. Tras todo lo vivido, estaba ya con la certeza de que era ateo y con la esperanza de que ese tema no tuviera que removerse en el futuro y poder llevar una vida que ni siquiera tangencialmente tocara el asunto.  Muchas asperezas se habían limado, muchos desacuerdos se habían superado, me movía en un entorno secular, todo estaba en orden.

Pero el camino continúa aunque uno se detenga, y también por curiosidad uno puede seguir avanzando.  A partir del punto de declararse ateo convencido surge variado número de posibilidades, corrientes y posturas (la de no avanzar más es solo una de ellas). El espectro de ateísmo está lleno de muchos términos que intentan precisar  la enorme diversidad de estadios posibles en el que la noción es más o menos válida, algunos bastante dispares entre sí. La multiplicidad es tremenda y aunque uno no quiera, siempre habrá oportunidad (o necesidad) de explicar en dónde es que se encuentra uno exactamente en medio de tal marisma.

Entonces, mis pretensiones al iniciar esta etapa no apuntaban a seguir avanzando, más bien quería que el tema dejara de rondar en mis alrededores.  No quería explicar nada a nadie y hacía años me había convencido de la inutilidad e irrelevancia de discutir y deliberar sobre el tema.  Estaba muy de acuerdo con esta cita de Sam Harris:
De hecho, «ateísmo» es un término que no debería existir. Absolutamente nadie necesita identificarse a sí mismo como un «no-astrólogo» o «no-alquimista». No tenemos palabras para las personas que dudan que Elvis aún vive o que los alienígenas han cruzado la galaxia solo para molestar granjeros y sus ganados. El ateísmo no es nada más que los ruidos que las personas sensatas manifiestan en la presencia de creencias religiosas injustificadas.

Decidí llamar a esta octava etapa Ateismo débil para remarcar la diferencia con un ateísmo más comprometido e incluso militante que puede circunscribirse al término ateísmo fuerte, pues el mío era un "dejemos así y hablemos de otras cosas".  También hubiera podido llamarlo Ateísmo implícito y diferenciarlo del explícito, o un ateísmo moderado para diferenciarlo del radical. Supongo que se entiende la idea que quiero mostrar, la cuestión del término  usado viene a ser lo de menos, así que no se vayan a pegar de ahí si quieren controvertirme.

Para ser exactos, diré que en esta octava etapa de la vida estoy en la postura opuesta a la creencia en la existencia de al menos una deidad.  Quizá piensen que suena enredada, forzada y demasiado antiséptica para describir esa realidad, pero es la que considero más exacta por ahora.  Quienes piensen que a la larga solo quiero evitar comprometerme con una postura fuerte y decidida, tendrán razón en pensarlo porque parto de la también imprecisa, polisémica y pluriperspectivística noción de deidad o de dios, a cuya creencia me opongo, y ese "opongo" no parece muy preciso tampoco.  ¿Oponerse cómo, en qué medida, hasta dónde?  ¿oponerse para qué?  Además de ello, me opongo a una creencia sin tener cómo negarla totalmente, aunque bien quisiera, porque caería en el error que tanto critico en las personas religiosas. Ya habrá tiempo de entrar a hilar más fino.

También estoy hablando del tiempo presente (y no del pasado, como en las etapas anteriores), porque siento que es la etapa en la que actualmente me encuentro, coexistiendo quizá con la etapa de apateísmo que ya describí antes y rozando tímida y esporádicamente la siguiente, según sea lo que me vea obligado a aclarar.  De lo que sí estoy convencido es que ya no soy explorador, en el sentido en que lo expliqué algunas entradas atrás.

Sigo entonces con mi línea de tiempo: Alrededor de mis 30 años, en mi interior las cosas estaban más o menos claras tras la muerte de Carín.  Esa etapa estaba muy marcada por la soledad en la que vivía en La Guajira, una soledad que era completamente voluntaria y promovida, al mismo tiempo que era un motivo de lamento permanente del que en muchas ocasiones me hubiera querido librar.  Me sentía a la deriva en una ciudad que no era mía y en la que no tenía amigos, pero no hacía nada por remediar el asunto y cerraba muchas puertas a la posibilidad de conservar a los amigos que dejé en la distancia.  Un enredo completo.  Justo por la época en que inicié este blog, creando el personaje de "El Forastero".

En ese contexto, internet resultó siendo no solamente mi herramienta de trabajo sino también mi principal fuente de información, ocio, aprendizaje y en algunos casos contacto humano. Wikipedia explotó de júbilo ante mis ojos, así como todas las posibilidades de la web 2.0 para crear y compartir contenidos propios.  Lo de las redes sociales vino después, pero estaba en el mismo camino. 

En semejante manigua de contenidos disponibles para leer y aprender, entré en contacto por primera vez con los textos sobre ateísmo, desde los filosóficos hasta los sacados de la manga, y también conocí los grupos e individuos que los promovían.  Me dediqué a ver y leer esos contenidos, contento de encontrar de manera estructurada lo que yo intuía o de lo que tenía apenas una vaga noción.  Hice el ejercicio de no caer en sesgos de confirmación (para entonces yo ya había sido profesor de pensamiento argumentativo, entonces sabía el tipo de discurso que no quería leer), pues existen también malísimos, incoherentes, absurdos y baladíes textos pro-ateísmo que se caen por sí solos y dan vergüenza ajena (Que tampoco estuvo mal conocerlos, porque muchos anti-ateos se suelen pegar de ellos para criticar alguna de las posturas del espectro ateo, en un evidente ejemplo de falacia del hombre de paja).

Supongo que mucha gente se acerca a estos textos para enriquecer su discurso y acalorar los debates en los que quiere meterse, presumir de haber leído e impresionar individuos impresionables. Ese no era mi caso (Aún quería seguirme manteniendo ajeno a esos ejercicios), y por tal razón tampoco fui el devorador compulsivo de "entre más, mejor" ni me di a la tarea de compartir y promover por igual los contenidos de calidad y los patéticos. Fui selectivo, pero leí bastante. Por decirlo de otra manera: Seguí indiferente, pero más informado.

Gracias a esos aprendizajes, también empecé a definir algunos límites que hasta el momento me parecían difusos e imprecisos entre nociones muy próximas. Por poner un ejemplo: Las diferencias entre ateísmo, antirreligión, anticristianismo, anticatolicismo y anticlericalismo, todos ellos conceptos independientes y completos que pueden coexistir y solaparse entre sí, pero que también cubren ideas y acciones independientes, de manera que se puede ser anticlerical pero seguir siendo católico, y muchas otras combinaciones posibles. Este punto cobra importancia en casos como el mío, con una familia a la que amo pero que es profundamente religiosa, y tener claro esos límites impide caer en una de esas falacias de asociación.

Esta claridad adicional me permitió conocer con más precisión todo eso a lo que uno se opone cuando decide oponerse a la creencia en al menos una deidad, todo lo que viene accesorio a ello y todo lo que no viene al cuento. Si uno se quiere meter en los pantanosos terrenos de los debates y las controversias, tener estas claridades puede marcar la diferencia entre un advenedizo ateíllo de internet (es el término que usan algunos neo-cruzados) y la estructurada persona que sabe argumentar, sabe identificar argumentos falaces y traídos de los cabellos y sabe cuándo no vale la pena hacer el menor esfuerzo por controvertir. 

Por fortuna, no quiero meterme en los pantanosos terrenos de los debates, quiero pasar de largo sin tomar partido, aunque tengo clara mi posición. Esta es la principal diferencia entre esta etapa y con la novena y última, que preveo que se acerca a pasos de gigante.

Leer la etapa 9: Ateo militante