sábado, 6 de noviembre de 2021

La maldita tesis

Antiguos espíritus del mal, transformen este cuerpo decadente en ¡¡MUMM-RA!! ¡¡EL INMORTAAAAAL!!
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Hay una etapa de la vida en que uno quisiera que un conjuro parecido transformara nuestro cuerpo decadente en el ser poderoso que solíamos ser. Esa etapa es conocida como Tesis, trabajo de grado, monografía, preparatorios o afines.


Estar en Tesis, ver tesis, hacer la tesis o trabajar en la tesis significa algo así como haber sido condenado a un martirio consistente en obedecer esa vocecilla que, en lugar de decirnos que salgamos a incendiarlo todo, nos dice no viva, no disfrute, no salga a divertirse, no haga deporte, anule su vida sexual, no duerma apropiadamente, coma a deshoras, no tenga amigos, no tenga novia, no se entere de lo que pasa en el mundo, no vea más allá de sus narices en otra dirección que no sea la tesis.  Del otro lado, está nuestra rebeldía tratando de ignorar esa voz

Estar en el proceso de hacer la tesis es un estado indefinido: No eres estudiante, pero tampoco profesional, tampoco estás en 10 semestre. Te da lo mismo que sea domingo que miércoles, enero que abril. No tienes vacaciones ni días festivos, puedes pasarte horas hablando de las maravillas de tu tesis y también puedes querer mandarla al carajo tres veces al día; tu vida se vuelve un túnel y varias veces ves la luz al final, pero casi siempre es un tren que viene directo a aplastarte.

A muchos nos aplastó ese tren, de hecho, pero como el túnel no brinda más opciones que salir de él, al final y contra nuestros peores pronósticos, y a veces bastante a destiempo, la logramos terminar, y resulta ser como si nos hubiéramos quitado una tractomula de encima, como si fuéramos Sísifo y nos dijeran: "Fresco Parce, deje esa piedrota ahí y venga descanse".

Después viene el desconsuelo propio de salir del túnel, pues se estuvo tanto tiempo metido en él, que ya no se reconoce el mundo exterior y debemos aprender un montón de cosas nuevas y desaprender otras tantas. Entonces entendemos que la tesis no sirvió para lo que pensamos que serviría y que bien hubiera merecido menos esfuerzo del que le invertimos. Al final, mirando al infinito con aire circunspecto, diremos "si, yo viví eso, fueron años turbulentos...  ¿Alguien quiere comer algo?"

Pero a otros no nos resultó tan simple. Muchos sufrimos en nuestra carne la frustración de Sísifo al ver que su piedra caía al abismo y que el trabajo realizado había sido perdido pues debíamos comenzar de nuevo. Otros nos sentimos como el sabio del cuento de Khalil Gibrán llegando a su casa a quemar todos sus libros pues se había dado cuenta de la farsa tan grande en la que había estado metido, y otros fuimos Fantine, de Los miserables resignándonos a la fatalidad y sacrificando lo poco que quedase por sacrificar. Como hubiese sido, muchos al final nos sentimos también como el personaje amnésico de Memento, pues nos vemos frente al espejo con la tesis terminada y unas cicatrices que no sabemos muy bien cómo llegaron allí, y sin media idea de qué hacer ahora. El consuelo que nos quedaba era que ahora sí podíamos dedicarnos con mucho gusto a transformar el cuerpo decadente que nos quedó de recuerdo en aquel ser poderoso e inmortal que solíamos ser.

(Leer A los brincos y las medialunas: La celebración por haberme graduado)

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