Perdí varias cosas en Buenos Aires. Por el apuro o la mala suerte, nadie sabe adónde fueron a parar. Salí con un poco de ropa y un puñado de papeles.
No me quejo. Con tantas personas perdidas, llorar por las cosas sería como faltarle el respeto al dolor. Vida gitana. Las cosas me acompañan y se van. Las tengo de noche, y las pierdo de día. No estoy preso de las cosas; ellas no deciden nada.
La memoria guardará lo que valga la pena. La memoria sabe de mí más que yo; y ella no pierde lo que merece ser salvado.
No me quejo. Con tantas personas perdidas, llorar por las cosas sería como faltarle el respeto al dolor. Vida gitana. Las cosas me acompañan y se van. Las tengo de noche, y las pierdo de día. No estoy preso de las cosas; ellas no deciden nada.
La memoria guardará lo que valga la pena. La memoria sabe de mí más que yo; y ella no pierde lo que merece ser salvado.
Eduardo Galeano
Días y noches de amor y de guerra
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Días y noches de amor y de guerra
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En febrero de 2001 tuve un accidente en bicicleta con un taxi y recibí un golpe en la cabeza, sobre la ceja izquierda. El taxista me llevó al hospital, luego a mi casa. No tuve mayor problema que el porrazo, el moretón, unos cuantos puntos de sutura y una semana con cara de monstruo debido a que las inflamaciones daban sugestivas modificaciones a mi cara. La última secuela fue el miedo a montar de nuevo en bicicleta, que desapareció poco después y nunca ha regresado para quedarse (solo ha venido de visita por cortas temporadas). Yo no construí lazos afectivos con mis bicicletas ni les atribui personalidad (conozco a quien sí lo hace), pero eso no me impidió sentir ganas de no separarme nunca de ellas.
Una de las imágenes más triste y desconsoladoras de mi vida entera ocurrió al día siguiente del accidente. El golpe no había sido muy fuerte y por eso pensé que la bicicleta estaba en buen estado, pero esa mañana me dí cuenta de que el aro delantero estaba vencido y y había que cambiarlo. Quizá había que cambiar el rin completo.
Recuerdo estar sentado en el suelo, llorando, viendo a mi cicla rota. Lloraba porque no tenía $8000 para comprar un nuevo aro, lloraba porque tampoco tenía $600 para tomar un bus y pedir a alguien prestados $8000 para el nuevo aro, y lloraba porque, si hubiera tenido los $600, no tenía a nadie que me los prestara. En el que fue el peor año de mi vida supe que podía desprenderme de todo, vender todo y empeñar todo, menos mi bicicleta, que era la encargada de llevarme a todos los lugares que necesitaba. Lloraba porque el porrazo en la cabeza dolía menos, cuando debería doler más.
Esta semana me robaron la cicla Roja (en las fotos), en aluminio, con sus partecitas en fibra de carbono y titanio. Cuando quise buscar fotos para esta entrada vi que había muy pocas pues la mayoría son de la cicla negra (la misma del 2001). De todas maneras las muestro, para que se vea la manera tan deliciosa como las he disfrutado y las he compartido (Lo mejor de tener dos bicicletas es que siempre le puedes prestar una a un amigo y salir a recorrer el mundo)
Esta semana me robaron una bicicleta muy costosa y que simbolizaba el regreso de las buenas noticias. Pero la cicla se fue y las noticias buenas siguen llegando, no va a ser por la ausencia de ese trasto (un trasto que quise mucho) que voy a dejar de celebrar y de andar a los brincos
5 comentarios:
Ohhh!!! qu� tristeza la p�rdida de tu bicicleta...preciso cuando a uno le empieza a gustar imaginarte sobre tu bici roja y costosa..pero bueno tienes la de siempre...sigue dando brincos...
Y pedalazos!
Yo también fui atropellado cuando montaba un velocípedo. En mi caso quedó grabado en mi cara el asfalto, junto con sendas heridas en codo y rodilla. Siete años después un pequeño fragmento fosilizado fue expuesto a la luz pública tras rijosa operación en vivo.
Nunca tuve miedo a la bicicleta. La manera de moverme por la ciudad así lo atestigua, saltándome semáforos en rojo, cedas y demás. El miedo a la herrumbre motorizada no paralizará a este sinsentido.
Nos leemos
Ni ese ni ningún otro, camarada. tus sinsentidos son como la vida según los evolucionistas: Inevitables
El velocípedo no tenía mecanismo de autopropulsión, con lo cual tu metáfora se vuelve humo, que "ni tiene forma ni se deja agarrar" (Faulkner) Echaste al traste un siglo de innovación para hacer sincronizar bielas, piñones, cadena, tensor, descarrilador y plato.
Pero no te culpo. Peor me fue a mi
tratando de sincronizar mi mano con mi ojo aquella vez.
Vuelve por acá, aunque ya no tengo cicla para prestarte
Me alegra que este bien y mejorando, en nombre del grupo de la envio un gran saludo. att leo
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