MATAOJO (Sapium Gladulatum): Arbol Caducifolio de hojas largas, espinosas y lanceoladas, tronco recto que puede alcanzar 20 metros de altura, muy común en el sudeste de sudamérica.
El nombre "mataojo" fue dado porque su látex, así como el humo producido durante su quema, es altamente irritante ocular.
El nombre "mataojo" fue dado porque su látex, así como el humo producido durante su quema, es altamente irritante ocular.
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La primera canción que se me pasó por la cabeza a la hora de pensar en una banda sonora del Forastero fue Décimas de Jacinto Luna, que lleva su buen tiempo bailándome en los labios.
De la canción entera hay muchas frases favoritas, pero sin duda la más significativa para mí es esta que traigo como título hoy. En su momento dije que servía para poder justificar las ganas de no sonreir echándole la culpa a otro (en este caso, al humo del mataojo), pero hoy se me ocurre que quizá Jacinto Luna no tenía ninguna vergüenza qué ocultar como para andar mintiendo sus motivos.
Me imagino a Jacinto Luna sentado junto a su fueguito (como vi a Larralde en la película de Santos Vega). Pudiera estar feliz como Santos con su Petrona, o en buena camaradería con sus paisanos, o tocando la guitarra, o simplemente disfrutando un grato momento en soledad, pero entonces llega alguien y le echa en el fogón ramitas de mataojo y lo arruina todo.
Claro, el mataojo no tiene la culpa (es un árbol muy útil, además, que se utiliza para construcciones), ni la fogata ni el humo. La culpa tampoco es de quien arranca las ramitas y las trae cerca a la fogata, ni de alguien que se muera de la envidia y fantasee con llenar el aire de humo irritante. La culpa es de quien decide echar al fuego las ramitas, porque está en sus manos decidir no hacerlo.
De la canción entera hay muchas frases favoritas, pero sin duda la más significativa para mí es esta que traigo como título hoy. En su momento dije que servía para poder justificar las ganas de no sonreir echándole la culpa a otro (en este caso, al humo del mataojo), pero hoy se me ocurre que quizá Jacinto Luna no tenía ninguna vergüenza qué ocultar como para andar mintiendo sus motivos.
Me imagino a Jacinto Luna sentado junto a su fueguito (como vi a Larralde en la película de Santos Vega). Pudiera estar feliz como Santos con su Petrona, o en buena camaradería con sus paisanos, o tocando la guitarra, o simplemente disfrutando un grato momento en soledad, pero entonces llega alguien y le echa en el fogón ramitas de mataojo y lo arruina todo.
Claro, el mataojo no tiene la culpa (es un árbol muy útil, además, que se utiliza para construcciones), ni la fogata ni el humo. La culpa tampoco es de quien arranca las ramitas y las trae cerca a la fogata, ni de alguien que se muera de la envidia y fantasee con llenar el aire de humo irritante. La culpa es de quien decide echar al fuego las ramitas, porque está en sus manos decidir no hacerlo.
1 comentario:
Lo entiendo. Muchas veces le hecharon a mi hoguera ramitas de mataojo. Pero el problema era mío, porque era yo dueño de la fogata.
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