sábado, 12 de diciembre de 2015

Mi camino hacia el ateísmo - Etapa 1 / 9



Etapa 1: Católico porque mi familia así lo decía.

Cuenta Richard Dawkins que en Irlanda suelen preguntarle, a manera de chiste: "¿Usted es de los ateos católicos o de los ateos protestantes?", y dice que a la pregunta no le falta un trasfondo de seriedad, por el tipo de cosas que hay que negar explícitamente para poder considerarse Ateo (al menos, ateo explícito, o ateo fuerte, como muchos consideran que debe hacerse para poder afirmarlo. Quizá en las últimas entradas me detenga a explicarlo).

Esto significa que para entender este proceso de convertirme al ateísmo necesito hablar un poco del contexto en el que nací y crecí pues el camino al ateísmo está marcado por ese estado inicial, y los primeros pasos son notablemente diferentes en cada quien, aunque el destino final sea el mismo.

Como miembro de una familia católica, aprendí de la religión y de la iglesia todo lo que ellos consideraron importante y necesario; desde muy pequeño se me indujo a la práctica religiosa como una más de mis obligaciones (a veces me la mostraban como la más importante).  Y como parte de una familia muy católica, me inculcaron tradiciones que iban más allá de la práctica promedio, así como el constante miedo a estar haciendo algo malo, a ser castigado por pensar y opinar.  Existía una casi prohibición a desear cualquier cosa sin ligarlo a que Dios quiera y las opiniones de la iglesia y sus representantes eran consideradas dignas de tener en cuenta por más traídas de los cabellos que parecieran.  Con decir que un sacerdote recomendó en cierta ocasión, cuando yo era niño, que no me dejaran leer tanto que me podría enfermar o volver loco... pues ya sabrán de qué hablo.

La dificultad para mi futura ruptura con todo ese contexto radicaba en que esta religiosidad se entremezclaba con las cualidades que adornan mi familia (y que para mi fortuna son muchísimas), de manera que las mostraban inseparables de la religión. A manera de ejemplo, en mi familia han sido más propensos a pensar que "somos solidarios porque somos católicos" en lugar de "somos solidarios y además somos católicos".  Cuando se piensa así, resulta muy fácil malentender a quien se declara ateo (o incluso, no-católico) y describirlo como la suma de todos los defectos y las vilezas humanas. El tema no ha cambiado mucho, en 2014 escuché a un sacerdote decirlo nuevamente a su público.

Volviendo a mi infancia:  el contexto ampliado en el que crecí fue una ayuda tremenda para mi familia en esta labor adoctrinar a los más pequeños (mi generación). La familia aún más extensa, los vecinos, los amigos y el colegio también eran católicos y tenían su espacio para reforzar esta tarea, ni qué hablar de la radio y la televisión.  No había forma de escapar.

Esto significa que crecí con la obligación de ir a misa cada semana, de rezar rosario a diario (el largo, en vacaciones, en casa de las tías, con más de 20 personas participando), de ver el minuto de dios, de echarme la bendición a cada rato, de vivir permanentemente sintiendo culpa de haber hecho algo malo, del miedo a condenarme, de dar gracias a dios por cualquier nimiedad, y también por las malas noticias, de ver a los sacerdotes como autoridades a las que hay que obedecer, de hacer novenas a varios santos y todo el etcétera imaginable.  Y cuando digo obligación, digo que nos podían castigar por no hacerlo, que nos acosarían hasta que lo hiciéramos, y que no lo podíamos cuestionar.


¿Hasta cuándo duró esta etapa?

Si bien recuerdo que a los 9 años un profesor nos explicó que el génesis no debía ser interpretado literalmente sino que lo dicho allí debía interpretarse como una metáfora literaria (Eso abrió una puerta por la que no entré sino muchos años después, pero al menos me di cuenta de que existía tal puerta), yo creo que  esta etapa tuvo protagonismo hasta los 14 años, solapándose con las siguientes.  Me baso en dos recuerdos puntuales:

- En clase de filosofía (tendría que ser 10º grado entonces) estuve muy de acuerdo con la idea de que "dios" era una construcción cultural humana, y así lo dije en la clase de religión.
- Deliberadamente decidí no inscribirme a la confirmación en mi colegio.  No recuerdo qué me movió a hacerlo, pero no habrá sido nada muy trascendente aún.  Era una especie de "y qué pasaría si..."

A los 15 años ya tengo conciencia del primer cisma serio en mi interior, la primera vez que necesité de la iglesia una respuesta adicional a las que tradicionalmente me daba (respuestas a preguntas que yo no estaba haciendo). No recuerdo ahora exactamente qué era lo que me angustiaba, quizá era solo esa incertidumbre que todos los adolescentes experimentamos o necesitaba claridad sobre las cosas que me obligaban a aceptar pero que no me satisfacían como respuesta. Solo recuerdo haberme acercado a la iglesia con una actitud de buscar algo.

Pero ese es tema de la siguiente entrada

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