domingo, 27 de diciembre de 2015

Mi camino hacia el ateismo - Etapa 5 / 9

Leer etapa 3
Leer etapa 4

Etapa 5:  Explorador

Dos consideraciones debo hacer para comprender lo que escribiré en esta quinta etapa:



  • No es una etapa que siga una estricta secuencia cronológica  con las que llevo escritas hasta ahora.  Se trata de un proceso paralelo a todas las etapas del proceso, las mostradas y las que faltan (salvo quizá la primera y la última), aunque debo reconocer que la máxima actividad se dio justamente después de la etapa 4.  Esta actividad describe entonces una curva gaussiana
  • Decidí llamarla "Explorador" y no un nombre técnica, teológica, filosófica o sociológicamente más correcto, precisamente porque no estaba haciendo una reflexión teológica, filosófica, sociológica o de cualquier otro tipo.  Iba por la vida a mi bola y subrepticiamente seguía construyendo mi ateísmo sin casi reparar en ello.
Según leo, buena parte de lo que pensaba en esos años puede coincidir parcialmente con corrientes tan diversas como librepensamiento, escepticismo religioso, deísmo, agnosticismo (fuerte y débil), panteísmo, pandeísmo, anticlericalismo, no-cognitivismo teológico, existencialismo, humanismo secular, irreligiosidad, antirreligiosidad y la hipótesis de Gaia.  Pero no era que de manera voluntaria me lanzara a la exploración de todo esto para llenar un vacío que de repente me había quedado, por satisfacer un deseo de aprender ni por pura curiosidad, sino que me dediqué a vivir y a enfrentarme a los problemas reales de esos años (mi universidad, mi deporte, la pérdida de la beca con la que me mantenía, la angustia por terminar la carrera, una relación de pareja que resultó ser una prisión, la urgencia por trabajar, algo de hambre...), sin preguntarme casi nada sobre esas discusiones bizantinas, resultando de acuerdo o desacuerdo con cualquier postura según apareciera en mi camino.  Muy sincrético todo.

Además, mi relación con la familia tuvo un largo paréntesis a raíz de mi rechazo a la fanatización de la que hablé en la entrada anterior, fue un enfriamiento del que hablaré en mi siguiente entrada.  Sin embargo, esos años también me permitieron reconocer la relación con ella en su conjunto y con cada integrante en particular de una manera más limpia, sin la contaminación derivada de la religión, que distorsionaba bastante la realidad.  De allí rescato muy especialmente el proceso de volver a conocer a mi hermana, el de sanar la relación con mi madre y el de sanar la relación con mi hermano: Enormes ganancias derivadas de haberme alejado un buen rato.


Las primeras exploraciones.

Creo que esa idea de no tragar entero, de perder la credibilidad en algunos elementos religiosos  y de querer encontrar explicaciones más convincentes comenzó con las primeras prevenciones que encontré a la iglesia y de las que hablé en entradas anteriores.  Durante el bachillerato no recuerdo haber hecho nada especialmente serio al respecto, más bien estuve bastante juicioso adoctrinándome y siendo un fiel fiel.  Los verdaderos cambios comenzaron con dos temporadas:
  • Como ya lo expuse en la etapa 3, durante año y medio (15-17 años) fui mensajero en un almacén.  Mi jefe era cristiano practicante convencido, ex-católico, y solía reunirse allí con algunos otros practicantes religiosos de diferente corriente, y solían debatir sobre sus desacuerdos y sus puntos en común. 
  • Mis primeros años en la universidad (17-22 años).  Por primera vez estaba en un entorno secular en el que la religión no estaba institucionalizada (mi colegio, pese a no ser religioso per se, era un entorno que no se había desligado:  Se hacía oración a diario en la formación, oración antes de comenzar cada clase, había misa semanal, tenía un capellán...) y esto me permitió conocer a muchas personas ubicadas en diferentes puntos del espectro ateo, al que habían llegado desde diferentes puntos de partida, por diferentes caminos y que a partir de allí se dispersarían en búsquedas diferentes.  De hecho, conocí ateos que después se volvieron profundamente religiosos.

En la primera de estas dos sub-etapas, la exploración se orientó en comprender el verdadero sentido, significado y origen de aquello en lo que creía y aquello en lo que creía que creía.  Encontrarme con ex-católicos tan convencidos, que parecían argumentar tan bien los vicios, errores y contradicciones del catolicismo, me permitió darle forma y entender todas las inconformidades que había estado acumulando esos años y manifestarme con palabras más elaboradas ante las incoherencia que vivía. 

Lo que más resalto de este periodo es mi primer contacto con argumentos (aunque fueran del tipo que fueran) para rechazar el alguna medida algo que ya venía rechazando con base en mis percepciones, mi escasa experiencia y mis incipientes razonamientos, (en mis sensaciones, dirían los ciclistas).  Pude pasar de "rechazar porque no me gusta" a "rechazar porque hay estas razones", y me sentí muy bien.

¿Por qué no seguí por ese camino de una nueva religión? Principalmente, porque también veía en ellos incoherencias e inconformidades, unas muy parecidas a esas que yo ya estaba rechazando. Hoy en día, cambiar de religión me parece igual a rechazar una mentira para aceptar otra, o celebrar que un alcohólico haya logrado dejar para siempre el aguardiente... porque ahora toma solamente ron. En los debates que se armaban con algunos representantes de otras corrientes quedaba claro que muchas de las cosas que asumían como identitarias e inamovibles de su culto eran en realidad adaptaciones (personales o de su congregación) de la doctrina, la biblia o la tradición, totalmente falibles, re-interpretables y acomodaticias. Nada diferente a lo que había vivido con los católicos.

Recuerdo mucho un debate que se dio alrededor de la música:  Mientras unos consideraban que el culto se debía hacer de una manera sobria en la que se leyeran los textos y se analizaran en un ambiente solemne de conversación y reflexión, otros abogaban por hacerlo a los gritos, cantando himnos, brincando, en auténticos estados de histeria alabando al señor.  Otra vez debatieron sobre lo realmente cristiano que era estar a lo largo del día escuchando música de todos los géneros con letras cristianas, y hubo tanto posturas a favor como en contra de su conveniencia y utilidad. 

Darme cuenta de ello fue clave: si bien los debates comenzaban desde la experiencia y el punto de vista de las preferencias de cada quien, rápidamente pasaban a sustentarse en elementos propios de la doctrina y la biblia, de manera que unos se acusaban a otros de estar equivocados, de no cumplir o estipulado, de tergiversación del texto sagrado, de hacerse los de la vista gorda con determinado versículo que estipula lo contrario, etc.  Como resultado, vi a varias personas muy religiosas señalándose de no serlo, de serlo insuficientemente o de serlo de la manera equivocada, y sustentándose todos en el mismo documento para hacerlo.  

Este tema de la música me caló porque en esos años comencé a escuchar rock, con el consecuente señalamiento (católico, en mi caso) de estar escuchando música diabólica, la recomendación con aire de prohibición para no escucharla, el ubicuo argumento de que "el padre dice" y cierto rechazo por no ceder a esas presiones. No digo que no haya gente que se coma el cuento de ser malvado porque escucha esa música, pero extrapolar en esa dirección es confundir la parte con el todo.  Una falacia por asociación..

En resumen, todo lo que aprendí en esos debates de mi jefe me ayudó a estructurar mi rechazo a la iglesia católica, pero también me previno de haber seguido otras corrientes del cristianismo una vez me salí.

La universidad

Entrar a la universidad fue la primera  gran noticia que me cambió la vida (como ya lo había dicho aquí), y fue clave también en este camino hacia al ateísmo, pese a que no le dediqué casi nada de tiempo a este tipo de reflexiones, pues estaba maravillándome con mi propia carrera, el deporte, las artes, la construcción de mi identidad como sujeto político y haciendo los que vendrian a ser los mejores amigos de mi vida.  Mi identidad religiosa avanzaba por inercia, pero avanzaba en la dirección correcta.

En la universidad conocí ateos de toda la vida, de los que nacieron y crecieron en hogares ateos, de  algunos de ellos me llamaba la atención su indiferencia frente al tema, casi su desconocimiento, pues en su vida no habían tenido que lidiar con esa discriminación ni con los conflictos internos que experimenta quien ha nacido en familia religiosa y quiere volverse ateo.  Esto fue particularmente positivo para mí, que había crecido escuchando a sacerdotes (con eco en las familias y la escuela) que los ateos eran satánicos, terroristas crueles sin moral alguna ni cualidad para resaltarles, el epítome de la maldad, y verlos allí, asumiendo la religión como cualquier otra ficción, como un asunto personal de otros en los que no tenía sentido meterse me liberó de los últimos resquicios de culpa que mi familia quería echarme encima.

También conocí a quienes criticaban con ardor a la iglesia católica desde la defensa de las ideas políticas y económicas de izquierda, por su tradicional papel al lado de los poderosos, promotores de la violencia e intolerancia conservadora, la manipulación de la población para no rebelarse, la discriminación hacia las minorías y en general por ser el opio del pueblo.  A partir de allí, estaban los que proponían una política netamente secular, los abiertamente anticlericales, los que proponían una izquierda cristiana (con diferentes matices de qué tan a la izquierda y qué tan cristiana) que conciliara el socialismo con la religión y también conocí a quienes defendían propuestas como la teología de la liberación. 

Y claro, también estaban los religiosos de toda la vida, y también las personas que se ubicaban a sí mismas en diferentes partes del espectro ateo, de manera que diferentes ideas o posturas que yo mismo tenía, había tenido o estaba por tener, encontraron allí bastantes interlocutores que me ayudaron a definir el camino y a explicar todas estas decisiones que tomaba, y que hasta ese momento no había logrado verbalizar muy bien.

Sin embargo, aclaro nuevamente: No fue que estuviera todo este tiempo buscando estas respuestas (especialmente cuando ni siquiera tenía clara las preguntas), pues dediqué la mayor parte de mi tiempo de universitario aprendiendo otras cosas.  Pero fueron muchos años (más de los que originalmente había planeado) y estos pequeños y esporádicos aprendizajes poco a poco fueron sumando para poder pasar a una siguiente etapa


¿Cuánto duro esta etapa?

La siguiente etapa (No religioso ni creyente en nada sobrenatural) la puedo ubicar con certeza al menos desde diciembre de 2005 (29 años), pero es obvio que debió haber comenzado mucho antes, coexistiendo también con la subsiguiente etapa (apateísmo) sin haber terminado aún esta de exploración (Y eso que el tema ya me estaba importando más bien poco).  

Leer etapa 6. Apateo
Leer etapa 8. Ateo débil
Leer etapa 9. Ateo militante

No hay comentarios.: