miércoles, 23 de diciembre de 2015

Mi camino hacia el ateísmo: Etapa 3/9


Etapa 3: Católico por descarte de las otras opciones

Al igual que sucedió con la etapa anterior, pensé que al llegar a este tercer escalón iba a estar en la misma situación que los millones de personas que podríamos calificar de "Católicos no practicantes", es decir, esas personas que se habituaron a ciertas tradiciones, cierta simbología, algo de la mística católica y de su vocabulario, pero que en su vida práctica no ejercen como tales.  Son personas que dirían "Soy católico porque nací católico o porque todo el mundo lo es" y no por una genuina convicción espiritual.  Pueden ser personas que pasarían perfectamente por no-religiosos, de no ser porque aún practican y participan en determinados rituales importantes (bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y muy especialmente matrimonios y funerales), se dan la bendición cuando tienen miedo e invocan a diosito en momentos de angustia y tensión y cosas así.  Pensé que estaría a la par con toda esta gente al compartir buena parte del desdén hacia esa religión, pero no.

Y no, porque el camino que me había llevado hasta allí era diferente del de cualquier otra persona, lo cual indica que llegaba con otras experiencias, otras frustraciones, otros sinsabores y otras pequeñas victorias acumuladas en el camino.  Por ejemplo: muchos hay que habrán nacido en un entorno más relajado y poco practicante y allí siguen, relativamente cómodos con la manera en que participan de una religión por su componente folklórico y un puñado de ceremonias al año.  Para llegar a un punto similar, yo había tenido que rechazar algunas cosas de manera explícita, negar otras, defender otras, manifestar algunas inconformidades, reticencias, prevenciones, desacuerdos y desdenes varios, que bien podían abarcar la doctrina religiosa como tal, la tradición o la simple opinión, y yo todavía no tenía claros los límites de cada una ni la manera en que algunos quieren borrar esos límites volviendo todo la misma vaina.

En esos años (mi adolescencia tardía, mi juventud temprana), yo ya no participaba voluntariamente de ningún ritual religioso, no compartía el punto de vista general de la iglesia ni particular de sus miembros en algunos temas, en otros estaba en completo desacuerdo,  ya no representaban autoridad de ningún tipo para mí,  pero por alguna extraña razón no podía afirmar con firmeza "No soy católico", pues tal afirmación me parecía aún temeraria y digna de alguna represalia sobrenatural.  Y claro, seguía participando en algunos eventos familiares inevitablemente asociados a la religión, pero siempre desde la barrera. De eso hablaré en la siguiente entrada.


¿Hasta cuándo duró esta etapa?  

Hasta bien avanzada mi universidad.  Dos eventos me ayudan  a ubicar estos años en mi línea de tiempo:

- A los 15 años entré a trabajar como mensajero en un almacén cuyo dueño era cristiano luterano practicante y recientemente se había dado cuenta de que no había correlación entre ser honesto y asistir a su iglesia, pues yo entré a remplazar al muy cristiano mensajero anterior, muy temeroso de dios, que resultó ser un poquito ladrón. Cuando había tiempo, solía hablar con mi jefe y sus amigos (Cristianos luteranos practicantes) sobre religión, principalmente para conocer las diferencias suyas con los católicos y de las diferentes corrientes protestantes entre sí (De eso también hablaré en mi siguiente entrada).  En cierta ocasión, uno de ellos me preguntó si yo era cristiano y respondí dubitativo "Cristiano católico".  Lo hice sin mucha convicción, pero al menos sabía que las otras respuestas posibles eran menos indicadas y menos ciertas aún.

- A los 19 años, llevaba varios años sin ir a misa, y cierta vez mi madre me hizo prometerle que iría ese determinado día.  Ignoro la razón de ello (No era ese el tipo de cosas que mi madre solía hacer), pero empeñé mi palabra y fui.  A la salida me dije muy convencido:  "Yo ya no hago parte de esto", y me fui molesto no solamente por haber perdido esa preciosa hora de mi vida, sino por haber cedido a esa presión.  Lo que encontré allí se me antojó tan ajeno, tan de ficción, que no hubiera podido participar de ello, ni aún queriendo participar de ello.  Todo lo que tenía un componente religioso ya había pasado al plano de la irrealidad, como la mitología o como cualquier otra ficción.

Pero si ya no era parte de esto, ¿De qué era parte?  Creo que inicialmente no me importó, y pasó un buen tiempo sin que alguien me formulara la pregunta (ni siquiera yo mismo).  También por esos años se fortaleció mi etapa de exploración en la que estaba más dispuesto a preguntar que a responder, estaba en plena vida universitaria (con todo lo bueno que trajo) y la cabeza se me ocupaba en otras cuestiones, con toda seguridad más importantes.  Lo que sí es cierto es que estaba lejos de poder decir que era ateo y que no me sonara a mentira ni a verdad a medias.  Fueron los años de evitar la confrontación, las preguntas y la reflexión sobre el tema.  Fue un grato descanso.

Como referencia adicional, tengo claro que hacia los 23 años ya era un declarado e inamovible no-religioso.  Es decir, que no solamente había logrado desprenderme del estigma católico (suena irónico) sino que lo hice extensivo a cualquier otra religión posible, pero sin descartar aún la existencia de deidades ni su responsabilidad o su papel en la vida de los humanos. Ese año recibí la amable invitación de ser padrino de bautizo  de un primo. Llevaba varios años sin tocar el tema conmigo mismo, pero me di cuenta que no sería honesto aceptar si esperaban de mí cierto compromiso asociado con ser parte de la iglesia de la que me había salido, así que respondí que si ellos no veían problema en que no fuera católico, lo haría.  

Mi respuesta causó preocupación y alarma en mi familia (y de eso hablaré posteriormente), cuando me preguntaron "¿y si no es católico entonces qué es?" yo respondí "Soy ateo", también sin mucha convicción, dubitativo, casi sintiéndome temerario y arriesgado al hacerlo.  ¿Por qué respondí así? Tal vez porque era la respuesta más cercana, o tal vez porque ponerme a explicar cuál era la verdad (que ni siquiera yo tenía clara) hubiera sido un proceso largo y confuso que al final no aportaba nada a lo que realmente quería en ese momento: declinar el ofrecimiento de ser padrino por no ser católico, pues estaba seguro de no serlo más.

Como queda claro en estas entradas que llevo escritas, mi camino ha estado fuertemente ligado a mi familia, y siempre con referencia a la religión católica.  En la siguiente entrada quedará claro por qué, pues este camino ya pasa de la cuarta etapa y aún no se ha hablado de otra cosa.

Leer las etapas que siguen en el proceso:

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