martes, 20 de febrero de 2007

Transportar

Ay! ya se va
Sobre los rieles con su vaivén
Llevándose mi alegría
a tierras lejanas
Maldito tren

(Tren Lento, no recuerdo el autor)


Como muchas otras cosas en la vida, esto del desembarco también es una moneda de tres caras. Y es que, aparte de los que se largan y los que se quedan, están los que transportan, que sin conocer ni a unos ni a otros resultan ser el júbilo de los unos y el desconsuelo de los otros.


La tercera cara de la moneda, el transportador, no es necesariamente un vehículo (eso descartaría su presencia cuando uno se larga solo, caminando). También puede ser ese "algo indefinido" que nos impulsa a irnos, el deseo por la aventura, el gusto por vagabundear, la quimera que perseguimos, las ganas de mandar todo al infierno, la rabia que nos carcome las entrañas, el deseo de venganza que remueve esa hidra que llevamos dentro.

Al que se larga le da lo mismo qué cosa es la que lo rescata, pero para quien se queda, la presencia de un vehículo facilita las cosas: No solo puede transferir su odio a un objeto inanimado (que no va a molestarse por ello), sino que será más fácil componer una canción o un poema que hable del asunto.

Pongamos por ejemplo el valsecito que me sirve de epígrafe. Si en lugar de "maldito tren", dijera "maldita rabia que carcome tus entrañas y te hace desear largarte sin mirar atrás" se estropearía un poco la métrica del poema, y pondría en un aprieto al compositor de la melodía

Muchas veces nos hemos largado. Otras más nos quedamos mirando cómo se largan de nosotros como si tal cosa. La moneda gira y no sabemos qué saldrá la próxima vez, aunque lo más probable es que, como dice Calamaro, caiga del lado de la soledad. No importa si el otro se larga o se queda, siempre nos pide que nos pongamos en su lugar y nunca somos capaces de hacerlo bien.

Ahora, pongámonos en el lugar de la tercera cara, del transportador. Seamos un momento como buses o barcos que vamos por ahí, recogiendo a desconocidos que luego dejamos en cualquier lugar y no volvemos a saber nada de ellos. Podemos llevarlos muy dentro por largos recorridos, largos periodos de tiempo, dentro de nosotros duermen, sueñan, se enfadan, se sienten felices. Parte de sus vidas las viven con nosotros. Luego el viaje termina, se bajan y dan la espalda mientras toman aire y agradecen alejarse de lo maluco que hubo dentro de nosotros.

Entonces me pregunto: Los que se bajan de nosotros, ¿Se largan o se quedan? da lo mismo. Somos una excepción muy rara: La moneda nunca cae de canto, el juego nunca está de nuestro lado. Se queden o se larguen, siempre habrá alguien que nos estará diciendo : "Maldito tren"

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