domingo, 25 de febrero de 2007

El Toque de Medusa

Muchos son los pastelazos que recibo en la cara para mostrarme que soy un forastero. A veces los pasteles son sabrosos y me entretengo deleitándome con la crema, el decorado y las nueces; Otras está bastante agrio y terroso, y con mucho disimulo lo dejo a un lado; en otras ocasiones parece que el pastel llevara un ladrillo adentro, por el porrazo, las cicatrices, el dolor, y las ganas de salirse del juego.
El ocurro de esta semana pertenece a esta última categoría, pues he sido víctima, por octava o novena ocasión, del brutal ataque de una horda de gigantescas medusas asesinas, muy agresivas y ponzoñosas. Cada toque de medusa duele como un latigazo y deja una cicatriz de quemadura. Es una experiencia dolorosa que hace que decidas no volverte a meter al mar por el resto de tu vida (al final del día, el propósito es no volverse a meter al mar por el resto del año, y al día siguiente, por el resto de la semana).

Quienes piensen que quiza suene un poco exagerado tendrán toda la razón, porque en realidad no son gigantescas, sino del tamaño de una toronja, serían asesinas solamente para el zooplancton que flotara a la deriva en el mar y lo más agresivo que hacen es estorbar por donde uno quiere nadar. El dolor de latigazo sí es cierto y los guajiros parecen inmunizados, no les preocupa, no les temen y parece que ni les duele. Pero los forasteros somos fácil presa del pánico cuando recibimos esos latigazos 300 metros mar adentro

En Riohacha el mar es un gran atractivo, olas medianas, sin contaminación, corrientes suaves, entorno virgen en algunos tramos. Pero tiene esa desagradable pandilla de medusas amedrentando a los pobres nadadores forasteros. En tierra, muchas cosas me hacen sentir un forastero y me las arreglo para gambetearlas y salir ganando, pero en el mar es otro cuento. Siempre habrá alguna alimaña que me dé un latigazo como diciéndome: Largo de aquí, forastero. Este no es tu lugar

4 comentarios:

Miss Oogie Boogie dijo...

Me encantó Riohacha cuando fui hace unos meses con Helge. Aunque me salieron ampollas por el calor disfruté muchísimo del sol, las calles, su gente, los dulces y los coloridos tejidos de los goajiros. Lo mejor fue la playa para aplacar la sed y el vaporón.
No nos topamos con medusa alguna (en Venezuela las llamamos "aguamalas"). ¡Lástima! había llovido mucho y el mar sonrería en diversos tonos marrones...

Salud desde el otro lado de la frontera!

Mo

El Forastero dijo...

Bueno, aquí también se les llama aguamalas, pero no me acostumbro al nombre todavía.

Tuviste el mar en tonos marrones? Fue por eso, miss Oogie Boogie, que no encontraste aguamala alguna. En época de lluvias el río crece y arrastra sedimentos. Las alimañas ésas sólo vienen cuando el agua está no está tan turbia

Gracias por los saludos, ahí te van de vuelta

johavaron dijo...

bueno mi pregunta es: ¿Por qué al hablar del ataque de aguamalas no se mencionó la tan popular práctica de orinar la zona afectada?, yo como habitante del interior he escuchado mucho al respecto. Serías tan amable de aclararme si es cierto o no?

El Forastero dijo...

Es cierto, pero inefectivo (lo probé en mi propia carne). El mito se basa en que el agua caliente abre los poros y quizá pueda salir la ponzoña. Sin embargo, la lesión por la toxina no se va a ir con esta práctica.

Lo mejor es lavarse cuanto antes, aunque el miedo no lo deje a uno concentrarse